Ramona es increíblemente noble y cariñosa, hace todo lo posible por ganarse una caricia y un apapacho cuando está contigo.
Le fascinan las manzanas y las uvas, le gusta saborearlas con pequeñas mordidas aún y cuando se la estés dando directamente a la boca. Come sus croquetas y toma agua sentadita y con particular paciencia como toda una señorita.
Llegó a nosotros de una manera inesperada, un domingo de Febrero salíamos a las vueltas de rutina, la vimos acostadita sin moverse afuera de un taller mecánico cerrado. A nuestro regreso seguía en el mismo lugar, parecía que nos esperaba.
Fuimos hasta donde estaba armados de agua y un poco de jamón pensando en generar un poco de confianza en ella. Acostadita, en los huesos, con un lazo amarillo atado a su cuello agachó su cabeza y movió un poco la colita, tímida, asustada. Le abrimos la puerta del carro y agarró fuerza para incorporarse comenzando a demostrar su carácter dócil al hacerse pipí de la emoción.
Cuando nos subimos al carro, nos siguió sin resistencia, se emocionó mucho y al instante cambió su cara completamente mostrándonos por primera vez su característica sonrisa de oreja a oreja al sentirse ahora segura. Al tenerla de cerca fue cuando notamos a detalle las huellas del maltrato que había sufrido. Con piel lastimada, señas de rasguños en su cadera y aun lactando todo indicaba era usada para criar de manera indiscriminada. ¿Dónde estaban sus cachorros?
Ramona ya tiene un año que salió del abandono, es un perro sano y feliz, lo ves en su cara todos los días. Le encanta saltar y jugar con el agua de la manguera, echarse a disfrutar sus baños de sol y también ponerse patas arriba para esperar caricias o rascarse la espalda. Siempre tiende la pata en agradecimiento cada que es acariciada o quiere un pequeño premio.
Es un perrito que le gusta tener toda la atención de sus dueños por lo que no puede tener otros perritos como compañeros, pero siempre será una fiel acompañante.
¿Le quieres dar una oportunidad?
